martes, 18 de noviembre de 2014

La remoción de un gran Cardenal

Roberto de Mattei
Corrispondenza Romana, No 1365,
12 de noviembre de 2014
 
El Papa, como supremo Pastor de la Iglesia universal, tiene el pleno derecho de remover de su cargo a un obispo o un cardenal, aun cuando insigne. Quedó célebre el caso del cardenal Louis Billot (1846-1931), uno de los mayores teólogos del siglo XX, que el 13 de setiembre de 1927 entregó el birrete cardenalicio en las manos de Pio XI, con el cual había entrado en desacuerdo sobre el caso de Action Française, y que terminó su vida como simpe jesuita, en la casa de su Orden, en Galloro.
 
Otro caso famoso es el del Cardenal Jósef Mindszenty, removido por Paulo VI del cargo de Arzobispo de Esztergom y Primado de Hungría, por su oposición a la Ostpolitik vaticana. Muchos otros obispos fueron destituidos en los últimos años por estar envueltos en escándalos financieros o morales. Pero si nadie puede negar al Sumo Pontífice el derecho de demitir cualquier prelado por las razones que él juzgue más oportunas, nadie puede tampoco quitar a los fieles el derecho que les asiste como seres racionales, antes aún de cómo bautizados, de preguntarse sobre las razones de esas destituciones, sobre todo si las mismas no fueren declaradas explícitamente.
 
Eso explica la consternación de muchos católicos con la noticia, formalmente comunicada por la Sala de Prensa del Vaticano el 8 de noviembre, de la transferencia del Cardenal Raymond Leo Burke, de su cargo de Prefecto de la Signatura Apostólica, para el de Patrono de la Orden de Malta. En efecto, cuando la transferencia, como en este caso, concierne a un cardenal aun relativamente joven (66 años) y oriundo de un puesto de máxima importancia, para otro puramente honorífico, sin ni siquiera respetar el cuestionable principio promoveatur ut amoveatur [promover para remover], se trata evidentemente de un castigo público. Y, en este caso, es lícito preguntarse cuáles son las acusaciones contra el prelado en cuestión.
 
El Cardenal Burke desempeñó de hecho muy bien su cargo de Prefecto de la Suprema Signatura Apostólica y es estimado por todos como un prominente canonista y hombre de profunda vida interior, habiendo sido recientemente definido por Benedicto XVI como un “gran cardenal”. ¿De qué él es culpado?
 
Los observadores del Vaticano de las más diversas tendencias, respondieron con claridad a esa pregunta. El Cardenal Burke habría sido acusado de ser muy conservador y de estar en desacuerdo con el Papa Francisco. Después de la malograda exposición introductoria del Cardenal Kasper en el Consistorio de 20 de febrero de 2014, el cardenal americano promovió la publicación de un libro en que cinco influyentes purpurados y otros estudiosos expresaron sus respetuosas reservas con relación a la nueva línea vaticana, abierta a la hipótesis de la concesión de la comunión a los divorciados vueltos a casar y al reconocimiento de las uniones de hecho.
 
Las aprehensiones de los cardenales se vieron confirmadas por el Sínodo de octubre, cuando las tesis más arriesgadas en términos de ortodoxia fueron de hecho recogidas en la relatio post disceptationem que antecedió al informe final. La única razón plausible es que el Papa haya ofrecido en bandeja la cabeza del Cardenal Burke al Cardenal Kasper y, a través de ésta, al Cardenal Karl Lehmann, expresidente de la Conferencia episcopal Alemana. En efecto, es sabido por todos, por lo menos en Alemania, que quien aún está llevando las cuerdas de la disidencia alemana contra Roma es el propio Lehmann, antiguo discípulo de Karl Rahner. El padre Ralph Wiltgen, en su libro El Rin se lanza en el Tibre, puso a luz el papel de Rahner en el Concilio Vaticano II, a partir del momento en que las conferencias episcopales pasaron a desempeñar un papel determinante.
 
Las Conferencias Episcopales eran de hecho dominadas por sus peritos en teología y, siendo que la más poderosa de ellas era la alemana, fue decisivo el papel de su principal teólogo, el jesuita Karl Rahner. El padre Wiltgen lo resume de forma contundente, al describir la fuerza del lobby progresista coligado en aquello que él llama de Alianza Europea: “La posición de los obispos de lengua alemana siendo regularmente adoptada por la alianza europea, y la posición de la alianza siendo, la mayoría de las veces, adoptada por el Concilio, bastaba que un teólogo hiciese su oposición ser adoptada por los obispos de lengua alemana para que el Concilio las hiciese suyas. Ese teólogo existía: era el Padre Karl Rahner S.J.”.
 
Cincuenta años después del Concilio Vaticano II, la sombra de Rahner aun perdura en la Iglesia Católica, expresándose, por ejemplo, en las posiciones pro-homosexuales de algunos de los discípulos más jóvenes de los cardenales Lehmann y Kasper, como el cardenal arzobispo de Munich, Don Reinhard Marx, y el arzobispo de Chieti, Don Bruno Forte.
 
El Papa Francisco se pronunció contra dos tendencia, la del progresismo y la del tradicionalismo, aun cuando sin aclarar cuál es el contenido de esos dos rótulos. Pero si, con la palabra, él se distancia de esos dos polos que se enfrentan hoy en la Iglesia, en verdad toda comprensión es reservada al “progresismo”. La destitución del Cardenal Burke tiene un significado ejemplar análogo a la destitución en curso de los Franciscanos de la Inmaculada.
 
Muchos observadores han atribuido al Cardenal Braz de Aviz el proyecto de disolución del Instituto, pero ahora quedó evidente para todos que el Papa Francisco comparte enteramente la decisión. No se trata de la cuestión de la Misa tradicional, que ni el Cardenal Burke ni los Franciscanos de la Inmaculada celebran regularmente, sino de su actitud de inconformidad con la política eclesiástica hoy dominante.
 
Por otro lado, el Papa se entretuvo largamente con los representantes de los llamados “Movimientos sociales”, de orientación ultramarxista, que se reunieron en Roma del 27 al 29 de octubre, y en julio pasado nombró consultor del Consejo Pontificio para la Cultura un sacerdote abiertamente heterodoxo, el padre Pablo d´Ors. Cabe preguntarse cuáles serán las consecuencias de esta política, teniendo presente dos conceptos: el principio filosófico de la heterogénesis de los fines, según el cual determinadas acciones producen efectos contrarios a las intenciones, y el principio teológico de la acción de la Providencia en la Historia, por el cual, según las palabras de San Paulo, “omnia cooperantur in bonum” (Rom. 8:28). En los designios de Dios, todo coopera para el bien.
 
El caso de Cardenal Burke y el caso de los Franciscanos de la Inmaculada, como, en un nivel diferente, el caso de la Fraternidad San Pio X, son apenas los síntomas de un malestar difuso que hacen realmente a la Iglesia parecer como un barco a la deriva. Pero, aunque esos indicadores desapareciesen, o sea, que la Fraternidad San Pio X no existiese, que los Franciscanos de la Inmaculada fuesen disueltos o “reeducados” y el Cardenal Burke fuese reducido al silencio, la crisis de la iglesia no dejaraí por eso de ser aún más grave. El Señor prometió que la Barca de Pedro jamás se hundirá, no gracias a la habilidad del timonero, sino por la Divina asistencia a la Iglesia, que vive, se puede decir, entre las tempestades, sin jamás dejarse hundir por las olas (Mt 8: 23-27 ; Mc 4, 35-41; Lc 8: 22-25).
 
Los fieles católicos no están sin coraje: cierran hileras, vuelven sus ojos hacia el Magisterio continuo e inmutable de la Iglesia, que coincide con la Tradición, buscan fuerza en los Sacramentos, continúan rezando y actuando, en la convicción de que, en la Historia de la Iglesia, como en la vida de los hombres, el Señor interviene apenas cuando todo parece perdido. Lo que se pide de nosotros no es una inacción resignada, sino una lucha llena de confianza en la certeza de la Victoria.
 
Frente al Cardenal Burke, y ya previendo las nuevas pruebas que ciertamente vendrán para él, nos gustaría repetir aquí las palabras con las cuales, el 10 de febrero de 1974, Plinio Corrêa de Oliveira se refirió al martirio espiritual infligido por Paulo VI al Cardenal Mindszenty, cuando “las manos más sagradas de la tierra avalaron la columna y la tiraron, quebrada, al suelo”. Y concluyó: “Si el arzobispo cayó al perder su diócesis, creció hasta las estrellas la figura moral del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”.
 
Fuente: Blog da Familia Católica
https://www.blogger.com/comment.g?blogID=6625918153209095209&postID=6710669849252547384&isPopup=true

Convide a sus parientes y conocidos a que acompañen este blog Familia Uruguaya Cristiana. Envíeles el link del blog: http://familiauruguayacristiana.blogspot.com

No hay comentarios: